Un año más, el obispo de Cuenca, Monseñor José María Yanguas, ha presidido, acompañado y participado en la 49 Peregrinación Diocesana a Lourdes que se ha celebrado del 2 al 5 de julio.
Este año ha sido una de las más numerosas de los últimos años, en ella han participado cerca de 300 personas entre enfermos, familiares, voluntarios y sacerdotes de Cuenca capital y las localidades de Tarancón, Mota del Cuervo, Las Pedroñeras, El Provencio y Minglanilla.
A largo de estos días los peregrinos han tenido momentos de oración, actos religiosos y litúrgicos, momentos de convivencia y hermandad y también de ocio y cultura. Entre los más destacados y emotivos destacan la Misa internacional, el Vía Crucis con enfermos y el de la montaña, el paso por la Gruta, la procesión nocturna de las antorchas o la Misa en la Gruta presidida por el Sr. Obispo y concelebrada por sacerdotes de Cuenca, Valencia, Valladolid, Salamanca y Ciudad Rodrigo.
Otros momento especiales han sido la procesión y Exposición del Santísimo y el acto penitencial, en el que tras la celebración de la Eucaristía los peregrinos conquenses recorrido el Camino del Jubileo para ganar la indulgencia.
La peregrinación puso fin a estos hermosos días celebrando la Eucaristía en la Gruta y poniendo rumbo de nuevo a España, a su querida Cuenca.
Cada año, entre 3 y 6 millones de personas peregrinan al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, atraídos por la presencia maternal de la Virgen María y el testimonio de Santa Bernadette, a quien la Virgen se apareció en 1858 en la gruta de Massabielle.
Este lugar de gracia se ha convertido en un símbolo de fe, esperanza y sanación. Más de 100.000 voluntarios colaboran cada año para acoger a enfermos en un clima de caridad cristiana. El agua de Lourdes, signo espiritual y de confianza, ha sido protagonista de más de 7.000 curaciones extraordinarias, de las cuales 70 han sido reconocidas oficialmente como milagros por la Iglesia.
Lourdes sigue siendo, en palabras del Papa Francisco, “una escuela de oración, de servicio y de esperanza para toda la Iglesia”.
En Lourdes especialmente, como a lo largo de todo el Evangelio y de la historia de la Iglesia, se revela el rostro y la presencia de los pequeños. Cuando María dice, por fin, su nombre a Bernardita, se llama la Inmaculada Concepción, la llena de luz, de una claridad que no le pertenece, sino que le viene dada de lo alto, del corazón mismo del Dios amor. Pidamos por el fruto de esta peregrinación.