Queridos Nazarenos conquenses:
Al inicio de la Semana Santa deseo dirigir a todos un cordial saludo cuando nos disponemos -¡también este año!- a celebrar, más exactamente, a vivir los días más santos de nuestro calendario litúrgico.
Lo hemos recordado ya varias veces desde que llegaron las fechas en que otros años empiezan los minuciosos preparativos para los desfiles procesionales que se extienden desde el Domingo de Ramos con la festiva procesión de la Borriquilla, hasta el Domingo de Resurrección con la entrañable procesión del Encuentro. En esta ocasión, con el vivo pesar de todos, la persistencia de la pandemia nos ha ahorrado este empeño, orientándolo hacia otras iniciativas en el intento de mantener vivas las tradiciones de estos días santos.
Quizás, como he recordado en otros momentos, esta circunstancia sea una ayuda para volver a aquello que siendo lo verdaderamente esencial en la Semana Santa, puede quedar más o menos desdibujado en el inevitable trajín que comporta la ejecución de los desfiles procesionales: la conciencia y la vergüenza por los propios pecados que mueve a su reconocimiento y a la confesión sincera de los mismos; el profundo agradecimiento a Dios nuestro Señor que, por amor a los hombres, no perdonó a su propio Hijo y lo entrego por todos nosotros; la alegría, intensa y serena que brota en el alma al escuchar el alleluia victorioso que se repite como un eco en dos momentos de la liturgia de la Vigilia de Pascua; la convicción de que el misterio de Cristo, vencedor de la muerte y Señor de la vida, hace que una existencia nueva sea posible para todos.
Os invito a entrar este año, de un modo quizás diferente, en el misterio insondable de estos días; a participar piadosamente en la liturgia del así llamado Triduo Pascual; a acompañar al Señor y a su Madre Santísima en el trascurrir de esos días; a situar vuestras imágenes en el contexto y el momento que les corresponde en esa historia de salvación.
Y esperemos en la misericordia del Señor que este tiempo de pandemia concluya de una vez, y el próximo año podamos poner “en la calle” la Semana Santa que en el presente celebraremos solo en el interior de nuestros templos.
Al final de estas breves letras, no quiero que falte un recuerdo afectuoso y una oración confiada a Dios Nuestro Señor por los Nazarenos conquenses fallecidos o no en este año a causa de la pandemia, y por todos los que sufren, en mayor o menor grado, sus consecuencias.
O renuevo mi saludo más cordial, que acompaño con mi bendición.
+José María Yanguas
Obispo de Cuenca