Queridos diocesanos:
Seguimos con nuestras reflexiones sobre la Exhortación Apostólica Dilexi te, sobre el amor hacia los pobres, del Papa León XIV.
En el capítulo III de la misma, Una Iglesia para los pobres, se proponen algunos “ejemplos de santidad, que no pretenden ser exhaustivos, sino indicativos del cuidado de los pobres que siempre ha caracterizado la presencia de la Iglesia en el mundo” (n. 36, nota 22).
Antes de poner ante los ojos del lector dichos ejemplos, la Exhortación insiste en una idea que considero central en todo el documento, a saber, la existencia de “un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres” (ibídem). Son palabras del Papa Francisco que León XIV recoge y hace propias. Poco después, este último recuerda que ya en los primeros siglos “la caridad hacia los necesitados no se entendía como una simple virtud moral, sino como expresión concreta de la fe en el Verbo Encarnado” (ibídem, n. 39). Más adelante recuerda que “la Iglesia naciente no separaba el creer de la acción social: la fe que no iba acompañada del testimonio de las obras (…), se consideraba muerta” (ibídem, n. 40). Son numerosos los ejemplos de los santos que hicieron vida en sus comportamientos esta íntima e inseparable conexión entre fe y acción caritativa. El Papa cita a este propósito los nombres de San Lorenzo y San Ignacio de Antioquía, mártires, San Policarpo, San Justino, San Juan Crisóstomo “quizá el predicador más ardiente de la justicia social”, y San Agustín “que veía en el cuidado a los pobres una prueba concreta de la sinceridad de la fe” (ibidem, n. 45).
La razón del estrecho vínculo entre la fe y los pobres, entre fe y amor a los más necesitados, radica, como ya sabemos, en que los cristianos veían en ellos a hermanos y a hermanas en Cristo, al mismo Cristo. Basten como prueba estas palabras de San Juan Crisóstomo: “¿Quieres honrar el Cuerpo de Cristo? No permitas que sea despreciado en sus miembros, es decir, en los pobres que no tiene qué vestir, ni lo honres aquí en el templo, mientras fuera lo abandonas al frío y a la desnudez…” (ibídem, n 41) .
En los números siguientes de su Exhortación el Papa León se refiere a algunos ámbitos de la vida de los hombres en los que la Iglesia ha mostrado su amor y preocupación por los más pobres, los últimos, los más necesitados. El Papa se refiere en primer lugar al cuidado de los enfermos, en los que se toca, dice, “la carne sufriente de Cristo” (ibídem, 49). Aquí tienen un puesto de honor la Orden Hospitalaria, la de los Ministros de los Enfermos –los Camilos-, las Hijas de la Caridad, las Hermanas Hospitalarias, las Pequeñas Siervas de la Divina Providencia, los monasterios en Oriente y Occidente. Cita a continuación la meritoria labor realizada por la Iglesia entre los cautivos, para legítima gloria de las Ordenes de Trinitarios y Mercedarios. La educación de los pobres ha sido otra gran preocupación de la Iglesia a lo largo de su historia; en ella sobresalen los Escolapios, los Hermanos de las Escuelas Cristianas, los Maristas y Salesianos, la Compañía de María, las Maestras Pías… Otro campo en el que la Iglesia realiza una ingente labor es y ha sido el de los emigrantes; en él destacan con luz propia san Juan Bautista Scalabrini y santa Francisca Javier Cabrini. El Papa recuerda también la acción de la Iglesia entre los últimos de los últimos, en la que sobresalen Santa Teresa de Calcuta y Santa Dulce de los Pobres, en Bahía, Brasil.
No son estos los únicos ámbitos en los que los cristianos han puesto en práctica su fe. Pienso que ningún hombre de buena voluntad dejará de reconocer con agradecimiento y admiración sinceras su extraordinaria labor en servicio desinteresado de los más necesitados.
Os deseo un feliz descanso en el día del Señor, y os animo a poner el Belén en vuestros hogares y la imagen del Niño Jesús en los balcones de los mismos.




