¡Felicidades, Santo Padre!

22 de abril de 2007

Queridos diocesanos:

Hace dos años, el 24 de abril de 2005, Su Santidad Benedicto XVI celebraba la solemne Misa de imposición del Palio – una faja estrecha de lana pura que va sobre las espaldas y que los Obispos de Roma llevan desde el siglo IV –y entrega del Anillo del Pescador, con la que daba inicio a su servicio como sucesor de Pedro.

Todavía estaba fresca en los ojos del mundo católico, y de muchos cristianos de otras confesiones, de hombres de distintas religiones e incluso de no creyentes, la imagen doliente del gran Papa Juan Pablo II, que había cruzado el umbral del siglo XXI, no obstante su grave enfermedad, con la entereza y la decisión de un mártir, y que había entregado su alma a Dios apenas tres semanas antes, después de consumir su existencia en el servicio al pueblo cristiano y a la humanidad entera.

Gracias a Dios, pude participar muy de cerca en los acontecimientos romanos de esos días. Escuché, en efecto, directamente en la Plaza de San Pedro, el anuncio de la muerte de Juan Pablo II, mientras sentía cómo se me encogía el alma, como a los miles de personas que estábamos reunidos en aquella inmensa Plaza, y se me humedecían los ojos, sin que quisiera ocultarlo. Tres semanas más tarde al dolor lacerante sucedió una inmensa alegría y al llanto dolorido un gozo desbordante y pascual.

Al Papa genial en tantos aspectos que fue Juan Pablo II, le sucedía un Papa de gran espesor intelectual, de pensamiento claro y profundo, de análisis poderoso, de lógica llena de rigor; sensible y amante de la música; afable y cordial, dotado de una punta perceptible de inteligente humor que, tras un deje de timidez y una apariencia frágil, esconde la perseverante tenacidad de los hombres de su tierra y la recia paciencia de quien sabe respetar los tiempos hasta que los asuntos maduran.

Benedicto XVI ha tardado muy poco en ganarse el afecto, la estima el respeto y la admiración de propios y extraños. A pesar de los estereotipos interesados en los que se quería encerrar su rica personalidad; no obstante la prevención, corta de miras, fruto de la ignorancia o de una propaganda sesgada; por encima de ataques propios de los empeñados en una injusta guerra preventiva contra su persona, al cabo de estos dos últimos años emerge la figura de un Papa que ha sabido tomar el testigo de guía y conciencia de la humanidad que le entregó su maestro Juan Pablo II. Pienso que muchos estarán de acuerdo conmigo en reconocer que si a alguien le corresponde hoy el título de leader moral de la humanidad, ese es Benedicto XVI.

Mientras doy sentidas gracias a Dios Nuestro Señor por el Papa Benedicto XVI, verdadero regalo suyo a los hombres de este tiempo, invito hoy a todos a elevar fervientes oraciones al cielo por este “humilde trabajador en la viña del Señor, como él ha querido definirse. Con la Iglesia entera, pido que el Señor nos lo conserve, que lo llene de vida, lo haga feliz en la tierra y no lo deje caer en manos de sus enemigos.

Cordialmente, con mi bendición

X JOSÉ MARÍA YANGUAS SANZ

Obispo de Cuenca