El mensaje semanal del Obispo de Cuenca. 3 de Febrero de 2017

Son muy numerosos los organismos e instituciones religiosas que, junto a otros de carácter civil, realizan un magnífico e impagable servicio en favor de los más necesitados de nuestra sociedad: Cáritas, Manos Unidas, Conferencias de San Vicente Paúl, etc. Sin su generosa acción muchas de las actuales necesidades de hermanos nuestros, dentro y fuera de nuestras fronteras, quedarían sin respuesta.

Hoy quiero referirme a la acción de Manos Unidas que inicia en esta semana su Campaña 2017. Os invito a participar en los distintos actos de la misma. La Campaña dará inicio el viernes, 3 de febrero, con una charla-conferencia que tendrá lugar en el centro cultural Aguirre, a las 19. 30 hs. El viernes sucesivo, 10 de febrero, la celebración del día del Ayuno Voluntario nos hará vivir personalmente, aunque de manera muy mitigada, la experiencia de millones de personas que sufren la falta de alimentos. En fin, el domingo, 12 de febrero, la Campaña tendrá su punto culminante en la Jornada Nacional de Manos Unidas.

Nos hará bien detenernos estos días a considerar con calma la situación en que se encuentran muchos millones de hermanos nuestros lacerados por el terrible flagelo del hambre que los golpea, los humilla y llega a deshumanizarlos.

La frialdad de los números hace que a veces no percibamos en toda su crueldad la realidad del hambre en el mundo. Impresiona leer que hoy, en este mundo nuestro, civilizado, culto, tecnológico, un mundo que ha alcanzado cotas increíbles de desarrollo, todavía hay casi 800 millones de personas humanas que pasan hambre. Hombres y mujeres como nosotros, con la misma dignidad, con los mismos derechos a una vida digna, a una sanidad que proteja y promueva su salud, a una educación que les permita construir su propio futuro.

Impresiona todavía más saber que, como dice el lema de la Campaña de este año, el mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida. Así es, si tenemos en cuenta que un tercio de los alimentos acaba en la basura. El contraste entre esta noticia y la realidad de los millones de personas que padecen hambre avergüenza y revela que la actual producción de alimentos es más que suficiente para acabar con el hambre en el mundo. Bastaría con una distribución más equitativa de los mismos.

Lo que en esta nueva Campaña de Manos Unidas se nos pide es nuestro compromiso. Compromiso para tomar y hacer tomar conciencia de que producimos alimentos para la atención de más personas de las que hoy habitamos la tierra; compromiso para exigir una distribución más equitativa de los mismos; compromiso para pedir que el derecho humano a la alimentación inspire políticas que lo haga efectivo; compromiso para proclamar que, como dice el Papa Francisco, “hoy, creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos”; compromiso para multiplicar los gestos cotidianos de solidaridad; compromiso para colaborar generosamente con instituciones como Manos Unidas, Asociación de la Iglesia Católica en España que, desde hace ya muchas décadas reúne medios económicos para financiar programas, planes y proyectos de desarrollo integral de los países en vías de desarrollo.

No dejemos solas a las personas que, como las que trabajan en Manos Unidas y en otras instituciones de la Iglesia, se empeñan en favor de objetivos que interesan a todos y cuya consecución es un deber de todos sin excepción. Es bueno que sepan que estamos con ellos, que valoramos sinceramente su compromiso, que los sostenemos con nuestra oración y con nuestra colaboración económica, que deseamos hacernos eco de los mismos objetivos e ideales que los mueven a ellos.

Quiero invitaros también a pensar si no podríamos aumentar nuestra colaboración como voluntarios en algunas de estas instituciones. La experiencia demuestra que cuando nos comprometemos, es más lo que recibimos que lo que damos.

Concluyo con un pensamiento del Papa que nos recuerda que el desperdicio de alimentos es fruto de la “cultura del descarte” que, con frecuencia, lleva a sacrificar hombres y mujeres a los ídolos del desmedido afán de ganancias y de consumo.